martes, 3 de noviembre de 2009

Click - Fotogramas de diferentes fotógrafos






La compañía ideal para cubrir una temporada es no llevar ninguna compañía. Los ásperos caprichos de quienes conviven con nosotros sólo entorpecen la sencilla calma del trabajo y el poco tiempo del descanso. Sin embargo, la juventud y los U$S extras que sacamos por esas semanas viviendo Un GRAN HERMANO nos vuelve más flexibles, y en nombre de esa docilidad, aceptamos dormir cuatro horas durante cincuenta y siete días. Pero a cierta edad, la vejez corrompe esa mansa tolerancia y después de diez temporadas nos encontramos rugiéndole a los pendejos que empujan y gritan por la playa, como gallinas acaloradas, contaminando de ruidosa estupidez los días en Punta del Este, bajo el efecto de la disparatada fantasía de que son mujeres y hombres independientes y no unas patéticos mocosos estirando sus mugrosos suelditos en tibias cervezas y comiendo medialunas recalentadas.


Los estereotipos


El fotógrafo que tiene novia, mujer y amante desperdicia todos sus momentos de la temporada hablando con su celular, haciéndose el romántico y disculpándose con su pareja de todo el trabajo, que los putos periodistas le damos, y ellos esconden lo que hicieron durante el día para que su mujer no pueda gritarle que es una puto hasta ensordecerlo. Son imposibles todos los días a las 19 hs, cuando esta cayendo el sol el que tiene novia u amante obliga al periodista a correr como avestruces asustadas al departamento para atender la llamada de control de su prometida, y por la noche, espanta reuniones grupales y se va a tener sexo por ahí.

El que consigue novia. Un obstáculo difícil de sortear es, por ejemplo, que tu fotógrafo o periodista, compañero de temporada se enamora ni bien despacha el bolso en el Buquebus. Desde ese momento, la temporada son la sucesión del mismo ritual repitiéndose en tu retina: dos tórtolos encimados, dándose besos asfixiantes, con las lenguas atoradas como dos cobras en un canasto.

Los que no consiguen ni una amante, están enamorados en silencio de un mina que apenas conoce. Sus vacaciones se esfuman montando una guardia estéril a la salida del boliche en el que ellas trabajan como camareras, en el restaurante al que va por las noches o en la playa en la que toma sol. Su pasiva contemplación es tan esmerada como inútil: él nunca se da por aludido y siempre termina llorando borracho, fantaseando pasar una noche con esa chica parecida a Luciana Salazar, por las siliconas platinadas que tiene.

El jefe de temporada se encarga de seleccionar, firmar el contrato y checkear el departamento que alquilamos. Después entre todos hacemos la lista del supermercado, asienta en una planilla las notas realizadas y por hacer, maneja el presupuesto. Si surge algún inconveniente, el jefe de temporada tiene un protector solar factor 45 y una tarjeta para llamadas de larga distancia.
Es el último en protestar con los jefes por los aumentos, pero el primero en protestar si no se cubrió un evento, mientras él toma el desayuno en el centro, o duerme hasta muy tarde; mientras repite que es "una falta de respeto" como un fanático estribillo adolescente y habla por teléfono con la directora para relatarle que la temporada sería una pesadilla sin él. Pero él nunca esta donde debería estar.

El desubicado, es ese fotógrafo que cae en Punta de sorpresa durante la primera semana de temporada, donde hay más eventos y fiestas, y después que cubrís todo, tiene muchas ganas de salir. Y como no le alcanza la plata, la pide prestada a todo el mundo y consume descaradamente los bienes comunes mientras grita desesperado en la puerta de Tequila. Y antes de patrullar en la arena se unta generosamente con bronceador y aceite ajena para volver bien bronceadito, y da sorbitos prestados de tragos anónimos y siempre duerme hasta tarde. Cualquier reclamo que le hagamos es rechazado y declarado "mala onda", y en ningún caso afecta su rutina de relajado vividor. En todo caso, si hay chispazos en las convivencia, el desubicado se va a la playa bien temprano a hacer nuevas amigas, mientras los demás se envenenan juntando sus porquerías.

El saboteador, es el fotógrafo más típico cuando no quiere trabajar o hacer algo, entonces pierde los pasajes, el dinero del viaje o incluso el avión quince minutos antes de salir de viaje. Su presencia trae siempre sorpresas que complican el desarrollo natural de la estadía: una sacudida alergia a la arena debajo de la epidermis o cuatrocientos pesos en incómodos tickets de viáticos que sólo aceptan en un bar cercano a Punta del Diablo.

El muerto dedica la mayor parte del día a tomar café y escribir paralíticas notas glamorosas para la revista de actualidad en la que trabajamos.Ni se acerca a la playa, ni toma sol, pero escribe sobre tendencias que ve desde la ventanilla de su auto viejo. Es el primero en irse a dormir y el primero en despertarse y su misteriosa rutina es tan aburrida como él mismo: da largas y monocordes caminatas desde la cama a la computadora, rara vez camina por La Barra porque hay mucha gente y le da fobia saludar, y por las noches prefiere quedarse en casa antes de ir a bailar o algún evento.

Estos son algunos de los estereotipos con los que convivís en una temporada. Bienvenidos a La Casa de Gran Hermano. Click. El show ya comenzó.

Dock Sud - Mar Azul